Casi 50 murales con escenas de las historietas franco-belgas más representativas decoran las fachadas del centro de la ciudad europea y de sus barrios periféricos. La ruta del tebeo, cuyo punto de partida fue en 1991 con el alcalde Hervé Brouhon es hoy en día uno de los mayores atractivos turísticos de la sede diplomática europea. Foto principal tomada de Amusing Planet
Uno de los mayores atractivos turísticos de Bélgica son sus tradicionales churros, pero son el cierre de una particular ruta por el corazón de su capital. El antiguo entramado de callejuelas empedradas del centro de Bruselas esconde una experiencia inmersiva con uno de sus mayores orgullos culturales: el tebeo. Prestar atención a las fachadas de los edificios significa tropezarse con casi 50 murales que representan algunas de las escenas y personajes más emblemáticos de las historietas belgas. Colto Maltese, el vaquero Lucky Lucke, la divina Isabelle & Calendula, Tintín corriendo escaleras abajo, o Astérix y Obélix son algunos ejemplos del largo etcétera de frescos que expone tanto el centro de la ciudad como los barrios más periféricos.
Bruselas, como sede de la Unión Europea y una de las capitales culturales del viejo continente, sabe la importancia que ha tenido el cómic en su historia. Sus autores son referentes mundiales y sus personajes están más vivos que nunca. Más allá de ofrecer edificios de larguísima historia diplomática que esconden buenas y malas decisiones bajo las pesadas alfombras de terciopelo, sus fachadas esconden un homenaje a todo color a sus viñetas más míticas. Cada país decide contar su cuento a su estilo, y Bélgica decidió hacerlo con la narrativa en imágenes a lo grande. Cualquiera que se pierda por las callejuelas estrechas y empedradas del Pentagon (como llaman al centro de la ciudad) estará recorriendo una ruta marcada por murales pintados en casas y edificios con escenas de grandes títulos de cómics que han construido parte del arte europeo desde el siglo XX.
Las instituciones de Bruselas y su cultura
La iniciativa comenzó con Hervé Brouhon, alcalde de Bruselas entre 1983 y 1993. “Tenemos un museo y la cara de Tintin en lo alto del edificio de Ediciones Lombard, pero no es suficiente. ¿Qué puedo hacer para demostrar el orgullo que representa para el pueblo belga su producción de tebeos reconocidos a nivel mundial? ¿Cómo hacer que la ciudad misma refleje este sello de identidad?”. Estas pudieron ser las preguntas que lo llevaron a inundar de color las calles de su capital. El primer mural fue Brussaille, basado en el trabajo del historietista belga Frank Pé. Ese julio de 1991 se inauguraba un fresco callejero de 35 metros en pleno centro capitalino, y a sol de hoy sigue intacto en esa intersección entre Rue du Marché au Charbon/Kolenmarkt y Rue des Teinturiers/Verversstraat.
Desde 1991, se ha convertido en una especie de cómic viviente. Este mismo año, la alcaldía de Bruselas emprendió este proyecto junto al Belgian Comic Strip Center, o el museo dedicado al cómic. La idea era reivindicar la riquieza patrimonial del tebeo europeo y reconocer el trabajo artístico de los historietistas. La Art Mural (1984) ha sido la asociación encargada desde entonces de pintar y conservar las escenas más representativas de cada historieta. Hoy en día, hay casi 50 murales que componen uno de los mayores atractivos turísicos de la ciudad. Fue así como el museo abrió del todo sus puertas al mundo y pasó a estar, casi literalmente, en las calles. Dicen que el comportamiento y funcionamiento de las instituciones de un país hablan de sus propia ciudadanía, y este proyecto no da lugar a dudas sobre cómo entienden en Bruselas el arte.